viernes, 13 de abril de 2007

TRES MINUTOS

¿Alguna vez os habéis preguntado todo lo que se puede hacer en tres minutos? En ese tiempo se puede tomar un café, leer una noticia, comprar una barra de pan, escuchar tu canción preferida, calentar un plato en el microondas, sacar dinero en un cajero, contar un chiste, escribir un sms, marcar un gol en el descuento de un partido, recibir a un paciente, diagnosticarlo adecuadamente y emitir un tratamiento curativo o paliativo, descargarse un archivo de Internet, planchar un pantalón… ¡uy! Creo que me he equivocado, no se puede recibir, diagnosticar y recetar a un paciente en tres minutos, ¿no? Pues eso es lo que pasa en nuestro ambulatorio todos los días.

Y es que después de esperar una hora y treintaycinco minutos por cometer la “imprudencia” de estar a la hora exacta adjudicada en mi cita previa en la puerta del doctor, no pude más que hacerle el típico comentario dejando mostrar la queja suavizada con comprensión al médico y éste muy tranquilo y resignado, como si a cada persona de las que antes había visitado hubiera tenido que dar la misma explicación, me contó que le asignaban un paciente cada tres minutos y que evidentemente para desarrollar de forma medianamente satisfactoria su trabajo, era imposible cumplir los horarios que le establecían. Que entendía las quejas de los usuarios, que le dolían los comentarios que la gente desde la cansina espera en el pasillo hacían y que él tras la puerta inevitablemente escuchaba, pero que no estaba en su mano por razones obvias el evitar el retraso. Mi segunda pregunta fue si todos los médicos estaban igual y me contestó que unos sí y otros no. Mientras a unos nos meten ochenta consultas por día a otros solo cuarenta, mientras unos acaban a media mañana, pueden desayunar, hacer sus informes, etc. otros nos pegamos desde las ocho a las dos sin poder ir a mear. Cosas de tener un cupo de pacientes demasiado alto asignado, me comentaba.

Este médico en particular, además de bueno, es educado, cumplidor y se desvive por los pacientes. Otros en su misma situación hacen su particular huelga de celo tomándose con toda la paciencia del mundo las consultas y acumulan enormes retrasos aunque no tengan tanta gente. Con ello ocasionan que los pacientes de su cupo se cambien a otro médico, y así se quedan más desahogados. En definitiva, un desastre de organización la que hay en nuestro Centro de Salud… ¡uy! Que me equivoco otra vez. Que ahora ya hay dos Centros de Salud. El nuevo Norte y el antiguo Sur.

Cualquiera podría pensar que al abrir el nuevo Centro de Salud Alcalá Norte, sito en la calle Utrilla, osea, al Este de nuestro casco urbano, la cosa se descongestionaría un poco y las esperas se reducirían considerablemente, pero como la lógica no tiene cabida en la política, y estas cosas dependen de puestos ocupados por la gracia del dedo de los políticos, pues se pierde la oportunidad evidentemente. Han cogido a cuatro cupos de pacientes de cuatro médicos y los han trasladado al nuevo centro sin más, provocando ahora la molestia de tener que cambiar de médico si te ha tocado la china y vives mas cerca del antiguo ambulatorio o cambiarte al nuevo centro si tu médico se ha quedado donde estaba y te resulta más cómodo éste. Pero si todo lo malo fuera un simple trámite burocrático de tres minutos, no habría problema, el caso es que ahora tenemos dos Centros de Salud en el casco urbano, y tendremos doble gasto de mantenimiento, de mobiliario, de limpieza, de vigilancia, de atención, etc. y tenemos la misma saturación, las mismas esperas, los mismos tres minutos para que el médico decida y en los que en muchos casos nos podemos estar jugando la vida. ¿Tanto cuesta poner dos médicos más o invitar mediante carta a pacientes a que se cambien de doctor para repartir los cupos de forma que se evite que para un médico haya una cola de hora y media y otras consultas al lado estén vacías con el titular leyendo el periódico?

Quizás debe ser que hacer dos cosas bien a la vez no compensa para un político. Ahora se hace el edificio y se vende el burro electoralmente, y después, cuando pase un poco tiempo, como hay otro problema grande de saturación, se nos vende otra vez, ahora la burra, que vienen más médicos para evitar las esperas, y más electoralismo. Y nosotros que somos los que al final pagamos, aplaudiremos boquiabiertos cada migaja que nos van dosificando a su interés, hasta que descubran que cada vez somos menos tontos, pero claro, en ese momento estaremos tan inmersos en su sistema que no podremos salir, porque eso pasa exactamente igual en todos lados.

Lo mejor, no desesperarse, porque en tres minutos es difícil diagnosticar un principio de infarto.

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