viernes, 13 de abril de 2007

O VENDEDORES O VENDIDOS

Asistimos estos días al nerviosismo previo del inminente inicio de la campaña de recolección de nuestro producto estrella por antonomasia. Frondosos olivares que adornan ordenadamente nuestros ondulados campos entran ya en la recta final de maduración y esperan que las cuadrillas les tiendan el mantel para servir ellos gentilmente el fruto que ha de servir para aderezar nuestros bolsillos tan mermados últimamente por las adversidades climatológicas.

Las almazaras abren sus puertas como paso obligatorio de todas las aceitunas en el último proceso para aprovechar su preciado aceite. Pero éstas, en contra de ser motivo de fiesta por un final feliz, a menudo se convierten en un nuevo obstáculo y muchas veces el más importante en el camino que el sufrido agricultor debe de sortear para poder rentabilizar su explotación y crear riqueza a su alrededor dando trabajo y consumiendo diversos productos. El proceso de transformación lleva implícitos varios controles básicos como el peso y el rendimiento graso en los que el almazarero busca aumentar su beneficio. Y todo le viene rodado de antaño cuando la almazara solo se dedicaba a la transformación y el cosechero se llevaba el producto resultante previo pago de un porcentaje o maquila. Ahora las almazaras también son las encargadas de comercializar nuestro producto y ahí entra la disputa. Se supone que en esa maquila el almazarero ya obtiene su justo beneficio, pero con tal de mantener un precio competitivo no duda en aprovechar otras técnicas para adornar esos beneficios bajo la inconsciencia del agricultor. Por lo tanto, jamás se sabe a cuanto está vendiendo realmente el aceite que después a ti te liquida a otro mas bajo, o cómo es posible que un mismo remolque varíe muchísimos kilos dependiendo del sitio donde lo lleves, o que en una misma finca cambie el rendimiento graso espectacularmente de un día para otro dependiendo de donde se haga el análisis. Y todo esto lo demuestra la lógica sin más. Si a un molino le entran un millón de kilos de aceituna y cobra cinco céntimos por kilo de maquila, factura cincuenta mil euros y de ahí debe descontar gastos de personal, amortización, etc. Sería imposible su subsistencia solo de la maquila.

Por otro lado están las cooperativas, donde se supone que todos los problemas anteriores deberían desaparecer, pues el supuesto beneficio de la comercialización, o de técnicas poco éticas recae de nuevo en el agricultor, pero aparecen otros problemas casi peores por la falta de concienciación y unión que deberían ser obvios en el sistema cooperativo. El recelo del que somos víctimas habitualmente la gente del campo nos lleva a sobreactuar sin razón o no poner nada en riesgo quedando evidentemente fuera de cualquier posibilidad de competitividad en el insensible libre mercado. A menudo nos encontramos empresas que facturan muchos millones de euros y que sus gestores no alejan empresarialmente más allá del volante de su Land Rover que por mucho empeño y honradez que se les suponga jamás van a llevar a buen puerto nada. Las Asambleas de Socios, aparte de poco representativas por la escasa asistencia, se convierten en un Salsa Rosa de acusaciones o se dejan llevar por alguna oportuna demagogia lanzada por intereses particulares. En definitiva, un desastre.

La solución pasa por la contratación por parte de las cooperativas de gerentes y comerciales que vendan o distribuyan el aceite envasado con nuestras marcas, y eso se puede hacer a nivel de la propia cooperativa o con la configuración de una cooperativa de segundo grado o unión de varias cooperativas, pero a la más mínima que se nombra esto salen a relucir algunas estafas que nos han tocado de cerca como puede ser Fedeoliva o Almazaras de Priego. Sin embargo no se fijan otras que funcionan tan bien como Hojiblanca, Jaencoop, etc. En definitiva, no estamos preparados para un sistema cooperativo de unión, de todos a una, de lo bueno para todos y lo malo también para todos. Aquí lo que prima no es que en mi explotación he obtenido unos beneficios y eso me permite vivir, aquí lo que realmente se mira es que yo he liquidado a un duro más que mi vecino aunque eso a los dos nos suponga no poder vivir dignamente. A la vista está lo acontecido este año con el mercado que a principios de campaña y fruto de unas condiciones muy específicas se elevó el precio del aceite muy por encima de lo habitual, y aun siendo rentabilísimo haber vendido a ese precio, casi nadie lo hizo en espera de que siguiera subiendo, no fuera a que el vecino después liquidara a algo más. De risa. Al final uno y otro hemos vendido igual de mal y en el límite de la rentabilidad al menos en nuestra zona, que se puede situar sobre los tres euros el kilo de aceite. Así aparecen propuestas de ventas individualizadas en cooperativas que desvirtúan el espíritu de éstas. Afortunadamente con poco éxito por nuestro bien de seguir unidos.

En definitiva, o abrimos nuestras mentes y comercializamos nuestro producto compitiendo en el libre mercado con sus reglas, sus virtudes y defectos, o nos vemos abocados a vivir a merced de los grandes envasadores, intermediarios especuladores y oportunistas sin escrúpulos de los que de vez en cuando alguno besa los barrotes de una cárcel. Para ello debemos apostar por la calidad de nuestro producto, aprovechar la distinción de la nueva Denominación de Origen, costear campañas publicitarias y salir a vender el fruto de nuestra tierra con unión, orgullo y lo más importante, beneficios.

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