viernes, 13 de abril de 2007

LADRIDOS EN LA CONCIENCIA

A veces el destino te reserva ciertas situaciones en las que decidir parece simple pero que ejecutarlo resulta durísimo. No se si todo el mundo llegará a entenderlo, pero ya me gustaría a quien no lo haga, verlo en la situación de tener que discernir entre la vida y la muerte, entre los sentimientos y la responsabilidad, entre los principios y la necesidad.

El coger la correa de paseo hizo que mostrara una inmensa alegría aquella tarde. Sus halagos y ladridos se hacían insoportables cuando en mi conciencia resonaba la sentencia firme dictada en silencio horas antes cuando su instinto agresivo y depredador lo traicionó de nuevo. La reincidencia hizo caer la balanza de la justicia hacia el lado más lógico. Ya no había otra opción. Había pedido consejo profesional y antes de tener que lamentar algún accidente mas grave había que actuar con contundencia. Su paseo esta vez fue a la consulta del veterinario. Allí, dócil, valiente, sumiso, noble y educado, como en una última muestra de obediencia, como si hubiera presentido el futuro e intentara el perdón de sus pecados, muy quieto, en silencio, con la mirada triste mezclada de miedo y humedad, ofreció su mano a la muerte fugaz que le recorrió el cuerpo y su corazón dejó de latir bajo mis dedos mientras se desvanecían todos mis principios de amor a la vida y la naturaleza que siempre he intentado respetar, y que ahora sé que ante la necesidad, era utópicamente.

En un alto porcentaje de casas alcalaínas existe algún animal de compañía que en un momento dado se convierte en uno más de la familia, pero demasiadas veces no somos conscientes de que el tenerlo implica una responsabilidad hacia ellos y que en gran medida nos tenemos que adaptar a sus necesidades mas de lo que ellos se tienen que adaptar a las nuestras porque por algo nosotros nos denominamos racionales y ellos responden a instintos.

Es habitual ver como un dulce cachorrito trasformado en regalo ocasional hace las delicias de los pequeños y no tan pequeños de la casa. Los primeros días todo es responsabilidad y cuidados, pero con el paso del tiempo, y a medida de que éstos van coartando la libertad, ya sea en tiempo libre o por motivos laborales, se van delegando a los demás, o simplemente, se prescinde de ellos abandonándolos en una cuneta o sacrificándolos macabramente. Estamos hartos de ver estadísticas en los medios de como cada verano hay miles de animales abandonados en cuanto se convierten en un estorbo cuando la familia se va de vacaciones y no tiene a quien encasquetárselos.

Por todo ello debemos pensarnos muy mucho el adquirir animales que nos comprometan hacia ellos durante muchos años, porque no sabemos donde vamos a estar mañana, y mucho más si se trata de perros catalogados como peligrosos por su agresividad y la responsabilidad extra que ello conlleva para cumplir la ley vigente, o exóticos que comporten peligros, o pequeños que crecen en poco tiempo y se hace inviable la convivencia con ellos en determinados espacios.

Aunque muchos animales hacen una gran labor social a personas solas, desanimadas, dependientes, etc. no podemos caer en el error de tratarlos como a personas ni exigir que se comporten como tales, porque simplemente es imposible. Un perro por ejemplo se puede educar en cierta manera, pero al final es el reflejo del dueño, o más bien, lo que el dueño quiera que sea el perro. Si éste hace sus necesidades en la acera y nadie las recoge, el guarro no es el perro, sino el dueño, aunque reneguemos del pobre animal si tenemos la mala suerte de plantar el cuarentaycinco encima.
En definitiva, animales de compañía si, pero adoptando todas las responsabilidades que conllevan, y los años que hagan falta, y sopesar los pros y los contras antes de echarse el cargo, porque luego vienen los momentos desagradables que a nadie nos gusta vivir y que irremediablemente llegan.

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