viernes, 13 de abril de 2007

BLANCA NAVIDAD

A veces te coge de sorpresa toda esta vorágine de luces, anuncios, musiquilla ridícula, hipócritas deseos y consumismo desmesurado que llamamos Navidad y que hace parecer que entre la anterior y ésta no ha pasado un largo año. Los mismos tópicos inundan nuestras calles, nuestras casas, nuestros centros de trabajo, etc. y nos hacen caer en ese estado irreal de sonrisa bobalicona y enajenación total de los problemas cotidianos que en cualquier otra época del año nos atormentarían sin compasión.

Tampoco es que todo sea negativo en estos días. La gente se contagia de ese halo que algunos llaman espíritu navideño y las ONGs aumentan su recaudación, se olvidan rencillas vecinales, se reúnen las familias, se montan belenes y se ilusiona a los niños, aunque sea colgando del balcón un horroroso Papá Noel. No estaría de más trasladar a todo el año y a todo el mundo ese utópico espíritu.

Pero lo más importante de estas fechas tan señaladas y representativas en nuestras vidas es la imperativa necesidad de pasarlo bien. Para ello el mercado ha diseñado los cotillones de fin de año que obligan a mucha gente a estrenar un sofisticado, caro e incómodo vestido, pasar largas horas en la peluquería, pagar un desproporcionado precio anticipado y todo para meterte en el peor de los casos en una cochera pseudodecorada para el evento y en el mejor en un salón abarrotado, mal ventilado, música machacona y una barra libre con importante y premeditado déficit de camareros. Y después de todo, los raros somos los que pasamos de cotillones y damos la bienvenida al año de una forma natural y cotidiana, con amigos en cualquier casa o en familia, tomando unas copas y jugando a algún juego de mesa que, al día siguiente y ante la pregunta de dónde estuviste de cotillón, nuestra respuesta es que en ningún sitio.

Con toda la importancia que le damos a este evento, no es de extrañar que sea la marca que muchos, sobre todo los más jóvenes, toman como inflexión hacia el ocio. Quién puede negar que fue una Nochebuena o Nochevieja la primera vez que salimos, que pillamos una borrachera o que probamos tal o cual cosa. Y es que en esa obligación antes descrita que nos mete a todos en un mismo corral de borregos, tenemos que resaltar de alguna manera. Hay quien lo hace con una ropa especial, otros con una competición de a ver quién bebe más en un inútil pulso por rentabilizar el precio de la entrada, y otros que marcan la fecha para probar eso que tienen pensado y que no habían encontrado el momento.

Es ahí donde uno tiene un amigo que su primo conoce a otro que le puede pillar medio “pollo” (gramo), o unas “rulas” (éxtasis) para “desfasar” y ser los reyes del breve mundo en que uno se siente perdido en la adolescencia. Pero también se preparan los que habitualmente son consumidores de estas sustancias, que ellos mismos han elegido, que creen que dominan, pero que cada fin de semana se sienten atados a su condenado consumo. Y no son todos pintas con pelos largos, barba descuidada y vestir jipilongo. Son gente de postín, con chinos azul marino, camisa a rayas, jersey por los hombros y pelo engominado.

Son fáciles de identificar en las discotecas, y más en días tan señalados como éstos. Su gesto nervioso, ojos saltones, cara blanca, mandíbula desencajada y una locuacidad insoportable los hace bien visibles. Para costearse el vicio, los menos pudientes recurren al menudeo, o sea, a vender. Es habitual que en fechas así haya veinte o treinta jóvenes dispuestos a venderte lo que sea. Y es que los consumidores se cuentan por centenas, y más que seguro que probarán estos días y se unirán al club. Es por ello que quizá no nieve en Alcalá en los próximos días, pero para muchos será una blanca navidad… de negro futuro.

Otra cosa a resaltar es la moda de enviar una felicitación lo antes posible vía móvil una vez acabadas las campanadas que marcan el comienzo del año nuevo. Desde hace algún lustro, ese momento tan importante, tan sublime y que tanto nos ha costado en preparativos y dinero, lo pasamos tecleando con el dedito y mirando la pantallita o escuchando como las líneas están saturadas y ni nos llega nada ni podemos enviar nada. Qué desilusión.

Y para finalizar, no voy a desearos felicidad a todos los alcalaínos por estas fechas, lo voy a hacer por todo el año, porque entrado ya enero también son aconsejables los buenos deseos, ¿no creéis?

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