viernes, 13 de abril de 2007

SUERTE AL CAER

Es invierno y está nublado. El viento húmedo pronto saja de una ráfaga el vientre de las nubes y comienza a llover. Dos gotas juguetean en la caída hasta que el azar les hizo posarse en la veleta de la torre de Consolación. Resbalaron hasta el tejado y la pendiente opuesta del caballete las obligó a seguir un camino diferente. Mientras una cayó al Sur Llanillo abajo, la otra fue al Norte en busca de la Tejuela. La gota Sur pudo ver a su paso comercios, edificios modernos, zonas verdes, instalaciones deportivas, empresas, polígonos industriales, edificios oficiales, etc., pero la gota Norte se encontró edificios viejos, obras y destierros, socavones, etc. Ambas gotas cuando cientos de kilómetros después se volvieron a encontrar allá donde el Guadalquivir se ensancha, al recordar donde se separaron, no podían creer que cayeran en el mismo lugar. No me extraña…

Desde siempre a los que hemos vivido al Sur, al pasar el Compás de Consolación nos ha dado la sensación de estar en otro pueblo, quizá provocado porque no teníamos que ir habitualmente a nada por allí. Ahora, obligados por los precios de la vivienda del Sur, muchos hemos tenido que optar por venirnos a vivir al Norte, donde por cierto no se está nada mal y nos sentimos orgullosos, pero carecemos de muchos servicios que en otras zonas sí que se disponen. Un ejemplo es el de la limpieza. Por aquí no se ve un barrendero ni en pintura, y de la máquina limpiadora para qué vamos a hablar. Los jardines están abandonados a su suerte. Los jubilados no tienen donde ir. Se nos vende un centro de salud “al norte”que está situado en pleno centro y sin aparcamiento. El alumbrado en algunas zonas es de hace treinta años, claramente insuficiente y deteriorado. Algunas tapas de alcantarillado llevan lustros una cuarta sobre el nivel del asfalto. Los socavones por lluvias torrenciales aquí toman carácter de eternos. Hay callejones de escaleras sin pasamanos ni alumbrado. Las bandas sonoras se rompen y tardan meses en repararse, y eso que aunque necesarias, no dejan de ser una tremenda molestia ya que por aquí soportamos el tráfico pesado que va a la escombrera y los camiones vacíos ya ni frenan con el molesto ruido que provocan. ¿No irían mejor unos pasos a peatones sobreelevados que obligan a pasar despacio y los camiones no producen ruido? ¿Para cuando podremos disfrutar de una alternativa al Llanillo para poder llegar a la Carretera de Jaén? Porque para colmo con el andamio de la pensión Facundo solo hay un carril apto para ambos sentidos, y esa obra no sabemos ni cuando se va a acometer. ¿Cuántos años de “andamio” nos quedan? Y hablando de andamios, la construcción es un caos. Algunos hacen sus casas como les da la gana y nadie les pone trabas. Otros padecen los errores garrafales de algunas promociones de viviendas protegidas, que a alguien, por aprovechar el terreno, y con la supuesta pero evidente vista gorda de a quien corresponda controlar eso, se le ocurrió construir con la entrada principal dando al callejón de servicio privado de todas las parcelas. Así se da el caso de que si uno quiere aparcar en la puerta de su casa, no deja al vecino de enfrente sacar el coche de la cochera, y no se pueden conceder vados, ni poner alumbrado público porque la calle es privada y el ayuntamiento, el mismo que permitió construir de esa forma, se lava las manos para desesperación de tantas familias jóvenes que decidieron hacer vida en esta zona. Y ahora se da vía libre a la construcción de más de quinientas viviendas nuevas al lado, pero nadie ha dicho nada de construir un colegio público, una circunvalación, un consultorio médico, zonas deportivas, parques infantiles, etc. Está claro que lo que interesa es el pelotazo urbanístico pero de servicios nadie dice nada. ¡Y eso que estamos en periodo preelectoral!

Y lo que más molesta es que los impuestos se pagan equitativamente vivas donde vivas, por lo que la discriminación ya es desesperante. Puestos a ser irónicos, y a reírse por no llorar, y como está de moda, cabría proponer la creación de un estatuto propio que regulase la gestión económica y de convivencia de la Tejuela, de modo que gran parte de lo recaudado en impuestos en la zona recayera en servicios a ésta. Algo así como lo que hay establecido en las comunidades autónomas a nivel nacional y que existen para, entre otras cosas, acercar la administración al ciudadano que debe ser el beneficiado final. Pero bueno, lo triste es que en apenas unas hectáreas de terreno y un par de decenas de miles de habitantes existan favoritismos a la hora de repartir el pastel de servicios a los contribuyentes.

Así se entiende que aquellas dos gotas de agua que tuvieron la suerte de caer en nuestro hermoso y diverso pueblo se llevaran esa sensación tan distinta de él. Esas dos gotas que podemos ser cualquiera de nosotros hoy o mañana y que no sabemos dónde el azar nos puede llevar a caer y que no merecemos por ello un tratamiento distinto de nuestra administración local.

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