viernes, 13 de abril de 2007

ERRORES DE FE

Después de varios meses en que los atardeceres alcalaínos están acompañados del monótono y molesto vibrar de tambores a lo lejos, ya se acerca el momento en que salgan a procesar las imágenes que los cofrades sacan algunos por fe, los más por aparentar, después de tener aparcada la devoción todo un año con las excepciones de la visita a la caseta de la feria o la cena de la cofradía. Se vuelven a cortar las calles, lanzar cohetes a horas intempestivas y salir las bandas a despertar a los creyentes o ateos por igual como si intentaran que todos fuésemos partícipes de lo que ni nos va ni nos viene.
La Semana Santa es la demostración de lo manipulable que puede llegar a ser el humano cuando le tocan lo que no está en su mano controlar. La fe es miedo a lo desconocido y a lo inexplicable. Cuando alguna desgracia se cierne sobre nosotros apelamos a la fe con el único fin de encontrar consuelo. Como sabemos que vamos a morirnos y no llegamos a entender que se apaga la luz y ya está, nos negamos a ello y creemos que hay un paraíso o un infierno, y pasamos acojonados la vida real por salvar nuestro destino místico.
Pero lo mejor de todo es cómo se lo han montado a lo largo de la historia de la humanidad para tener a la gran multitud a merced de los intereses de unos cuantos con el mismo truco. Vayas a una cultura u otra, a un extremo del mundo u otro, siempre hay alguien todopoderoso que manda desde no se sabe dónde y que castiga o agracia en función de tu grado de sumisión a un texto sagrado que se supone dictó él e interpretan aquí en lo terrenal algunos listillos a su particular capricho.
Nos educan a su antojo, nos movemos porque nos dejan, nos formamos bajo su supervisión y dependiendo de la paranoia o el interés personal de quien se erige en voz de la divinidad en la tierra hasta nos hacen sacrificarnos por fe.
Da igual que sea Mahoma, Cristo, Yahvé… Todos persiguen el mismo fin. Coartarnos la personalidad y restarnos libertad con el fin de mantenernos en el redil. Es tal el poder que ejercen que dicen que de no existir religiones que frenen los impulsos humanos, nos habríamos autodestruido hace siglos. Tal vez no les falte razón, y tal vez sea eso lo más positivo que tengan las religiones.
Yo por lo pronto me mantengo agnóstico, o dudoso, o ateo, o indeciso, o convenenciero, me da igual. Si necesito alguna vez de la fe, echaré mano a ella como algo paliativo, pero si no, no voy a vivir sometido a ideas y actos con los que no estoy de acuerdo. Dicen que donde fueres, haz lo que vieres, y yo vivo aquí, por lo que todo esto no quita que salga a ver alguna procesión en plan curioso, que me tome como festivas las fiestas religiosas o que asista a algún acto de culto en algún acontecimiento especial, aunque sea a ver el arte que encierran las iglesias más que a escuchar el sermón. Pero lo que no voy es a dármelas de fiel devoto cuatro días para ganarme la salvación divina y pasarme el resto del año renegando de los mandamientos y valores que se supone debo obedecer. Así no cometo errores de fe, porque ésta tal y como yo la entiendo no funciona con contrapartidas. Las cosas positivas o negativas te vienen o porque corres los riesgos o por mera estadística o suerte, no por pasear imágenes, sentir dolor o derrochar esfuerzo, y mucho menos por donar dinero, que es como medimos lo material y que tan interesadamente desde siempre nos han inculcado para ganarnos lo divino para colmo ya de contradicción.

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